lunes, 4 de mayo de 2009

En cualquier parte




五月到了 wu yue daole
这是花和蝴蝶之月。。。zhe shi hua he hudie zhi yue

(Son de bandurrias)

Versión china de la canción de los mayos que se canta en Santa Cruz, pueblo de Toledo, muy cerca de la provincia de Cuenca, a diez minutos de Zarza de Tajo y a unos veinte de Villamanrique del mismo río, lugar de donde sólo tengo buenos recuerdos.


Despertarme por la mañana en la habitación de abajo, la alcoba, la que da al comedor donde se juega a las cartas y se comen pipas después de comer. Escucho al despertar a la gente de la calle que pasa al lado de la ventana que hay a pie de calle, huele a verano y me incorporo sentándome sobre la cama. Doy un saltito para poder apoyar mis pies sobre el suelo helado. Cojo unas zapatillas Victoria viejas (tienen ya la goma amarilla) y me pongo una bata que cojo del armario donde se encuentra la ropa que nadie de la familia quiere usar en Madrid y que ha llevado “al pueblo”. Voy a la cocina y me encuentro a mi abuela escuchando la radio. Salgo a la portada con una taza en la mano llena de leche con Nesquik. El sol me ciega por completo y tardo en acostumbrarme a la luz matutina. Los vencejos cantan sin parar, salen de las enredaderas y de bajo las tejas de las cuadras que rodean la portada (hoy convertidas en el estudio de Lucio). Oigo la tos de mi abuelo que se pasea por dentro de la casa, ahí se está más fresco y en el patio pasa el tiempo leyendo tomos de antropología y haciendo el crucigrama de cada día.
Mi madre sigue durmiendo en el cuarto de arriba, al lado de la chimenea, en su habitación de paredes amarillas, un cuarto con dos camas de madera y colchón de lana, un aparador y una mesilla de mármol con un cajón donde se encuentra la colección de calendarios de bolsillo.
El armario de la galería de abajo, lleno de libros antiguos empolvados y fósiles varios, la estufa y el espejo en la galería de arriba, el cuarto del piano, el dormitorio de mi abuela, el despacho con el número de la lotería premiado hace años ya, el paragüero con una sombrilla vieja, sombreros antiguos y nuevos, gorras de propaganda y boinas de paño. La luz tenue de las escaleras señoriales con las paredes pintadas de mosaico. Y la cueva, las tinajas de más de tres metros y el suelo de arcilla.
Sensaciones para toda la vida. Ansia de estar allí, asomada al mirador viendo a la gente pasar por la calle Mayor.

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