domingo, 12 de diciembre de 2010

Despedida y cierre


A las 9.30 de la mañana de este pasado sábado, un día azul, ventoso y arenoso, han venido diez chinos uniformados de rojo para recoger todos mis enseres y llevarlos a España. El proceso que tanto me aterraba desde hace casi un mes ha sido bastante indoloro y digamos que he casi disfrutado. Cada uno de los miembros del equipo tenía una tarea particular: el que se dedicaba a los detallitos, un hombre de tamaño pequeño que disfrutada envolviendo sartenes, figuras de cerámica y hasta unas sopas de sobre que había en el armario; el que cargaba los muebles, hombre corpulento y decidido, bastante basto a mi juicio, ha cogido mesas, sillas y cómodas, y al grito de "ahí voy" se abría paso entre sus congéneres camino a la calle; otro que se dedicaba a la ropa, cogía mi ropa interior a puñados y la envolvía en papel gordo; otros dos que estaban en el patio liándola parda haciendo cajas de cartón a medida para cada mueble; otros que estaban en un trasiego de ir y venir a la calle principal cargando las cajas hasta el camión; y el supervisor, la cara amiga que te da paz, quien en realidad estaba más tenso que yo, porque pensaba que íbamos a superar los 12 metros cúbicos que nos habían estimado.




Y yo misma, sentada en una silla shanghainesa oxidada de los años 50 terminando de leerme el libro de Soseki para que se lo pudieran llevar en la mudanza (y sí, lo he terminado, “Soy un gato”, gran libro que he disfrutado a cada segundo, libro con el que me he reído a carcajadas, obra genial, y en mi humilde opinión humor similar al de los escritores rusos pero en la época Meiji y en Japón, creo que por eso me ha gustado tanto). Ahí estaba, sobre una silla de la colgaba una nota que ponía “To move” lo cual significaba que de un momento a otro la levantarían y llevarían al camión. He hecho incluso bromas poniéndome yo otra pegatina en la frente para que me llevaran a ultramar también, ellos se reían. Y también se reían cuando han visto la cantidad de objetos chinos que quería llevar conmigo para España.




En realidad creo que les ha gustado que apreciara tanto las “chinadas” y lo rústico que era todo en mi hogar: dos sellos sobre piedra de jade, uno con mi nombre, otro con el de Darío y mío; un pez de madera, instrumento musical budista; un orinal de hojalata, dos barreños de hojalata pintados de colores; un termo gigante para el agua caliente; los míticos tres monos sabios (no veas, no escuches, no hables); un pez de jade, unas pinturas con letras chinas; unas marionetas de sombras chinas; dos cerdos de peluche vestidos de guardias revolucionarios; un jarrón de porcelana que compré en un anticuario; un trozo de teja que cogimos de las tumbas de las concubinas de la dinastía Qing, un espejo de la revolución cultural, varias fotos de la misma época, una cometa pequeña metida en una caja, un baúl antiguo chino pintado a mano, un mandil de la región de Guizhou, una vinagrera (la que usan aquí cada día para aliñar sus jiaozis o dumplings, o empanadillas hervidas como diría mi madre), y un largo etcétera.




Cuando se han marchado se ha quedado la casa vacía, hasta resonaba el eco cuando hablaba. Me he sentado en el sofá que puso la casera, a tomarme unos noodles instantáneos, que menos mal que junto con los tres sobres de aliño a base de glutamato y carne concentrada que vienen en la caja se incluye tenedor plegable de plástico, porque no han dejado ni un cubierto.De repente me he visto sorbiendo y haciendo el sonido clásico oriental al tomar tan rico plato. Y me he dado cuenta de que esta transformación en mi persona y modales suponía el clímax de mi estancia en China, y que ya me podía volver tranquila a la vieja Europa.




Mi espalda que tanto ha padecido en la última semana ha experimentado una mejoría considerable con la última caja que ha salido por la puerta, creo que he crecido dos centímetros de sopetón. Ser un caracol permanente con la casa a cuestas es doloroso, llevo tres años y tres mudanzas. A ver qué me toca en los años venideros, pero por lo pronto Madrid pinta una temporada. Me encuentro ahora en un café del barrio, he recogido mis últimos revelados y creo que esta noche me voy a aburrir en casa. No tengo DVD ni Internet, sólo tengo dos libros finitos cuya lectura intentaré alargar durante la semana que me queda por delante en la casa cueva. Rico aburrimiento.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Carta de ajuste


Soy un ser sin identidad "legal":

- A)Tengo mi DNI caducado. Me di cuenta cuando comencé a recopilar documentación para mi contrato español y mudanzas varias. He pedido cita electrónica y con suerte en mes y medio seré atendida

- B)Tengo mi carnet de conducir caducado. Actualmente se encuentra en proceso de renovación si bien no tengo ningún volante o justificante y tan sólo una carta del consulado que me confirma que han enviado a Madrid todos los papeles.

- C)Me he dado de baja en el consulado de Pekín, con lo cual ni soy de aquí ni de allí. En cuanto llegue a Madrid debo ir al padrón.

- D)Desconozco cuál será mi hogar de residencia para los próximos años.
Como la vida moderna me lo exige, cuando llegue a Madriz tendré que hacer la tramitación urgente de A) y C), aunque será con una dirección provisional. Posteriormente, cuando me acomode en mi futura casa hoy desconocida y si quisiera cumplir con la ley, debería comenzar de nuevo con ambos procesos para dar mi dirección permanente. Y además, si en algún momento vital cambio de estado civil, al menos el procedimiento C) debería hacerse una vez más.

Pues eso, que ahora mismo soy un cuasi ser.

Recuerdo la película de Brazil, de Terry Gilliam. Me encuentro en un no parar de ir y venir a las distintas ventanillas gubernamentales, en un enfrentamiento diario con la burocracia, "la jaula de hierro", el Red Tape. En mi correo tengo una carpeta que así se llama, Red Tape, expresión en inglés para referirse al maravilloso mundo de las gestiones y trámites. Últimamente Red Tape se encuentra a tope de entradas.
Entretanto relleno formularios sin cesar para peticiones de cita previa y otros tantos papeles de la mudanza para que mis enseres viajen por mar durante un mes. Ahora mismo me encuentro con el síndrome de la no casa, y tengo el impulso permanente de comprar todo tipo de menaje del hogar. Si no tengo casa al menos tengo los objetos que la componen. Contenido sin continente.

Para deleite de mi persona, mi vivienda actual (el amado hutong) ha sido visitada por potenciales inquilinos unas cinco veces este fin de semana, harta ya de hacer las veces de consultor inmobiliario. Siempre las mismas preguntas:
- ¿Y cómo es vivir en un hutong?
Respuesta: pues no está mal. Tiene sus ventajas e inconvenientes. Todo depende de lo que busques
Lo que me gustaría decir pero no digo : ¿qué tipo de pregunta es esa? ¿Acaso no eres tú quién viene a verlo? Será porque te interesa y sabes lo que es ¿o no? Pues a ver: vives a nivel de suelo, la calefacción cuesta un pastizal, los vecinos tiran la basura por la calle, por la noche hay alimañas que arañan el tejado, mi fobia a las arañas ha desaparecido por repetidas terapias de choque, el baño es húmedo...Pero sí, a mí y a mi novio nos gusta, porque nos compensa el sol matutino que entra por la ventana, porque nos encantan los perrillos del barrio, porque la zona es tranquila y está en el centro geográfico de Pekín, porque somos unos frikis, porque nos gusta tener una tele del cretácico, y porque no nos importa que en un perímetro de cinco kilómetros sea imposible encontrar pan, queso o salsa de tomate.
- ¿Y cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
Respuesta: un año pero en Beijing tres años y pico.
- ¿Y vives tú sola?
Respuesta: ahora sí. Mi novio se ha ido hace dos semanas porque le ha surgido un imprevisto. (Ante esta respuesta suelo ver ojos de incredulidad, intuyo que la gente cree que me he inventado un novio imaginario para no reconocer mi soledad y no dar pena en el hutong).
- ¿Y cuál es el metro más cercano?
Respuesta: Andingmen a 15 minutos andando o Beixingqiao a otros quince minutos.
Y ya, una vez satisfechas sus ganas de saber se marchan por la puerta dudando de si la vida en el hutong sería apta para sus cuerpos serranos. Porque si buscan un gimnasio y una piscina climatizada por el barrio van listos...
Tengo estrés, sí.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Preparados


Ayer fui a ver Turandot a la ópera, yo sola con mi Don imaginario. Éste era nuestro plan conjunto de despedida de Pekín, y al final, me tocó ir sola. Las contingencias de la vida, cómo puede cambiar un plan futuro de un día para otro. Así vienen los problemas y así toca aceptarlos. Y a ser fuerte.
Los ciclos: sola vine a Pekín y me marcho de Pekín sola.
En Madrid me espera nuestra nueva casa, nuestra nueva vida, mi nuevo trabajo.

En Pekín me quedan las sucesivas despedidas, las gestiones varias (mudanzas, compras..), las últimas fotos, los últimos paseos, las visitas a mis restaurantes favoritos, los últimos descubrimientos (ayer fui en bici luchando contra la pereza y el frío hasta el barrio de Hepingli, grato descubrimiento, arquetipo de barrio pekinés).

Muchos de mis amigos ya se han ido, eso lo hace todo un poco más fácil y a la vez más deprimente. Estos días veo la ciudad desde otra óptica, nuevos sentimientos y experiencias.

Noto como el tiempo pasa ahora mucho más rápido que hace unos años, me hago mayor sin duda. Tres años se asemejan a mis seis meses en Londres, hace ya cinco años.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El viejo mundo


Comenzamos a hacer balance de estos insólitos tres años y pico en Beijing. Ahora que me marcho mi cabeza comienza a desarrollar un mecanismo de autodefensa que consiste en ver los aspectos negativos de mi amado odiado Pekín:
- Un atasco cada día peor: cinco millones de coches, y siete millones en 2015, según dice el Gobierno.
- La contaminación: el sábado alcanzamos nivel 5, en el que las autoridades sanitarias recomiendan no salir de casa. Nosotros, que estamos con las gestiones preparatorias del regreso, estuvimos casi todo el día en la calle. El domingo me dolía la cabeza y tenía ganas de vomitar como si estuviera de resaca (hace un año que no fumo y tampoco bebo porque he desarrollado una alergia al alcohol un tanto siniestra).
- El transporte: el metro en hora punta está atestado, literalmente. A veces tengo que esperar hasta tres trenes para poder subir, a pesar de la labor de los empujadores.
- Los barrios tradicionales y la destrucción inminente: demasiados cambios para asimilar en una persona como yo que atesora cada detalle. Es too much for me.

Por otro lado, el amanecer en mi hutong en un día de sol no tiene precio. A pesar de las humedades, las alimañas nocturnas que duermen en mi patio, las alcantarillas a la puerta de casa rebosantes de noodles y desperdicios y todo tipo de incomodidades puntuales. Lo que más echaré de menos será mi vecindario de Gulou, el tendero que vive en un cuchitril con su mujer y bebé, siempre con una sonrisa; el que me arregla la bici, los perrillos pekineses del barrio, nuestro restaurante favorito de jiaozis, mi amigo Rui con quien hago los revelados en blanco y negro, el chino modernillo de la tienda de fotos, la música de Xin Kuzi (aunque los CD me los llevo)…

Y los buenísimos amigos, contados con los dedos de una mano.
Y el aprendizaje constante que me deja el seso frito cada día.

Y el tofu apestoso y el huevo milenario.

Todo el mundo mira a China, pero yo no quiero seguir en la carrera. He decidido ir contracorriente. Cuando llegué no tenía objetivos, y ahora sé que se han cumplido.
Tengo suerte.

viernes, 29 de octubre de 2010

El principio del fin

Terminan mis días en Beijing. En Pekín. En Peking.

Ya empiezo a notar la nostalgia. Éste sería mi cuarto invierno aquí, quizá demasiados.

Nueva vida en la vieja Europa.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Back to work


Casi dos semanas ya desde que aterricé en Pekín, humedad del 90% y calor atroz.


Un placer poder disfrutar y compartir con los buenos amigos un poquito de mi vida aquí. Alice hutong´s se encuentra completo por vacaciones, con más vida que nunca, tanto humana como animal. Los gatos y escarabajos, mis amigos y las risas.


Madrid no te olvido.


PS Y mañana a Luoyang, el París de China según me comenta un amigo.


jueves, 15 de julio de 2010

Carta a los orientales pudientes

Queridos chinos:

Os quiero mucho pero en ocasiones esto resulta too much para mi persona. Me voy, volveré pronto. Ya, ya sé que no habéis preguntado, pero los europeos somos así, de hablar y de querer comprender.

Siete días sin ver el sol ha sido duro, pero ya he visto que en España toca mapa lleno de huevos fritos para las siguientes dos semanas. Un cortado en una terraza de barrio, con su silla y mesa de metal. Ah, y una sombrilla con propaganda de Mahou a ser posible.

Y las maletas sin hacer.

Disfrutad de estos días sin mí, y por favor, no os dejéis llevar por el consumismo total. Os dejo una de vuestras frases favoritas, vuestro último lema: "prefiero llorar en un BMW que reír en una bicicleta".

Pues muy bien, disfrutadlo.

jueves, 8 de julio de 2010

Verano


Vaya copa del mundo de fútbol. A las dos y media de la mañana no hay ser que lo siga, y menos con este calor. Me veo obligada a ver la repetición del día después. Tal es mi desconexión futbolera que el otro día estaba con mi laogong viendo el fútbol Brasil- Costa de Marfil, llegamos a creernos que se trataba de un partido de cuartos (“Hay que ver lo lejos que han llegado estos marfileños”). Al día siguiente, tan orgullosa de mí misma, comenté en la oficina “¿visteis el partido de ayer?, vaya paliza y vaya goles de Brasil”, en fin, mi compi de turno no daba crédito a mi empanamiento vital. "Pero chica, si ese partido fue de los de primera ronda".

Sí señores, esa soy yo, esos somos nosotros como pareja de ermitaños, en nuestro hutong, en un barrio donde la gente saca la cama a la calle para dormir a la fresca (algunos incluso envueltos en una mosquitera asemejándose a una crisálida gigante). Noches de verano con sus paseos nocturnos como si estuviéramos en el pueblo. Comentando con los vecinos, cada uno sentado sobre la banquetilla, a la puerta de su casa.

(Conversación en chino, traducida al correspondiente castellano, más o menos…si bien, el acento manchego le vendría aún más al pelo)
- Hale, ya de vuelta para casa
- Sí, sí, ya de vuelta
- A disfrutar de la noche, ¡que hoy hace fresco!
- Eso, eso. Buenas noches.
- ¡Hala mozos!

Obviamente, los mozos somos nosotros.

En una semana volando para Madriz, y luego Santa Cruz, y luego Valencia.

¡Viva!

PS. La felicidad tiene un nombre, y se llama pan y mantequilla en un avión.

domingo, 20 de junio de 2010

Sueño


Un recorrido diferente de la mano de mi madre, visita turística por un Beijing menos frecuentado por las hordas de turistas.

El antiguo palacio de verano con sus ruinas de palacios franceses entre lotos gigantes; el templo de las cinco pagodas y el silencio; el parque de bambú y los sonidos del gucheng; el templo de Tanzhe y del buda Maitreya, sonrisa infinita.

Y hoy solsticio, ya llega el verano, es oficial, y mi casa, por ser hutong, por estar sobre el suelo, por tener ladrillo gris, por tener tejadillo, por ser pingfang, por tener un árbol de bodhi a la puerta, por lo que sea, está más fresca que las casas encaladas de la Mancha; si cabe.

sábado, 12 de junio de 2010

Más vida


Sábado de oficina para poder disfrutar de cuatro días seguidos de vacaciones después gracias al famoso Dragon Boat Festival.


Me quedo en Pekín al lado de mi progenitora, que como buena peregrina, viene una vez al año a China, así como hizo Sun Wukong viajando al oeste a India en busca de las escrituras budistas, mi madre vuela en British viajando al este a China en busca de su hija y nuevas experiencias. Porque cada año es un nuevo barrio, una nueva casa y unos vecinos cada vez más de pueblo. Del centro de Pekín, que ya quedan pocos, aquéllos que van en pijama a comprar tomates al camión de las verduras.
Me estoy haciendo mayor, no por las canas, que esas están desde mis 17, sino por la concepción del tiempo. El transcurso de un año ya no es un abismo, y los distintos ciclos pasan cada vez más rápido, pero siempre nuevos. Otra vez verano, las estaciones, los paseos nocturnos a la fresca, las vacaciones al mar, un coche viejo en Madrid de más de seis años ya, ¿es mucho?¿es poco? Esperaré unos cuantos años más y me parecerán muy pocos. Los amigos, de toda la vida, los últimos que tenemos, los que nos quedamos, los que elegimos, los que queremos. La poca vergüenza, el mayor desparpajo, la asunción de responsabilidades, las gestiones. La familia.

lunes, 31 de mayo de 2010

No cry


Hoy en la oficina mirando al cielo gris, y hace dos días sobre el asfalto con un autobús a medio metro de mí. Bicicletas de Pekín, es lo que tiene, 15 km diarios entre ida y vuelta multiplican las probabilidades de torta sobre el firme. Como también lo hace el seguir viviendo un día más; nuevas probabilidades de otros tantos infortunios.

Un milagro también que estemos bien. La vida con más ganas aún si cabe. Mi vida de yupi histérica con espíritu de artista, como dice mi amado Don.

lunes, 17 de mayo de 2010

Guizhou, sus gentes


Y su dureza. Cinco días de dolor estomacal similar al sufrido dos años atrás en Risikesh.
Y cinco días de descubrimientos: las etnias dong, miao, yi (me quedaron 40 y tantas etnias más sin conocer, es lo que tiene Guizhou); sus vestimentas, toallas en la cabeza por doquier, mujeres octogenarias cargando con niños y gallinas por igual. La China auténtica, virgen de turistas. Industria pesada entre las montañas verdes, minas de carbón, fábricas de ladrillo, casas de madera, plantaciones de arroz, olor a abono, bueyes con su pájaro simbiótico en el lomo. Ríos y cañones, y pueblos que viven del agua.

Kaili, Shidong, Shiqiao, Qong´an, Matang, Langde, Qingman, Xijiang, y otros pueblos perdidos por el camino, sin nombre. Pueblos donde los residentes se apellidan todos Chen y en las puertas se escribe con tiza la profesión que les distingue del Chen de al lado, para que les llegue el correo. Dialectos incomprensibles. Bordados preciosos, hilos de seda y tintes naturales de azul, sobre todo azul. Un pueblo animista, que celebra festivales durante todo el año y sacrifica animales para las buenas cosechas.

Guizhou, la región más pobre de China que muchos chinos desconocen, que incluso me preguntaban en la oficina porqué iba a querer ir a ese lugar. No entienden nada. Aquí en la gran ciudad ya sólo importa el dinero, las marcas, y ascender. Trepar y trepar, hasta la cumbre. Y luego qué. El abismo.

Y en esas está el Beijing de hoy, con sus ricos y sus pobres. Grandes contrastes cada vez quizá más marcados. Y así algún día sucederá con Guizhou, cuando el turismo crezca y las gentes pasen de la agricultura a los servicios, a crear los parques de atracción turística de rigor, con su muela y buey de cartónpiedra donde se explique en una placa los usos y costumbres de antaño. Donde un hombre sentado con su disfraz acrílico de pastor se dedique a vender los tickets de entrada, y luego a la salida la mujer venda llaveros y bordados industriales. Es lo que hay, bueno, malo, mejor, peor, hacia eso tendemos. Cumplida la supervivencia un campo de posibilidades que nos defina a cada uno: el friki, el religioso, el artista, el empresario, el buen padre, la depresiva, la viajera, el filósofo, el cooperante, el envidioso, el ambicioso, el especulador, el predicador.
Y mejorando estoy yo. Viviendo en mi casa de campo, conviviendo con coleópteros de tamaño inimaginable, barriendo mi patio los fines de semana y yendo al mercado para llenar de berenjenas, patatas y tomates la cesta de mi bici .
Hoy toca crema de calabacín, hortaliza ni fría ni caliente en lo que a medicina china se refiere, templada, perfecto para los cambios de estación. Compremos según lo que ofrece el mercado, la naturaleza es sabia. Qué pena que hoy en día tanto invernadero nos haya hecho olvidar lo que toca en cada momento. Mal. Muy mal.

martes, 13 de abril de 2010

Qingming en Anhui

La festividad de Qingming en es un poco como el Día de todos los Santos en España (también lo llaman Sha Mu, que significa barrer tumbas). A pesar de que la práctica de ritos tradicionales está prohibida por el Gobierno, la fiesta se mantiene para honrar a los antepasados, si bien, en teoría, no se permite hacer lo que muchos chinos siguen haciendo, más aún en los pueblos (lo hemos podido comprobar en nuestro viaje por los pueblos de Anhui). Existen varios días del año en los que los chinos se acuerdan de sus antepasados y les rinden toda clase de respetos y honores. Queman dinero, casas, ropa, todo de papel, para mandarlo a sus familiares en el más allá y que no les falte de nada. Por el pueblo de Hongcun, Xidi y Shexian, se podía ver a los abuelos quemando los papelitos en quemadores de bronce. Algo así parecido vi en Beijing en el mes de octubre (en el primer día del calendario lunar), cuando empezaba a hacer frío y en muchos cruces de caminos de la ciudad, en cada esquina, se veía a la gente quemar ropa de papel para enviar a sus familiares (tai leng le), eso me decían para explicarme que el invierno estaba llegando y sus familiares muertos tenían también que abrigarse. Los papeles se queman en un círculo dibujado el el suelo con agua, que no está completamente cerrado, para que así, los espíritus, puedan salir y entrar.

Entre otros capítulos interesantes de nuestro viaje a Anhui, la subida de cinco horas a la Montaña Amarilla es casi lo menos emocionante. Me quedo con los pueblos y las vidas duras, la China profunda y tosca, los viajes en carricoche hasta un pueblo horrible, con una zona amurallada algo más reseñable. Con unos estudiantes que nos invitan a su escuela. Los restaurantes con el plato del día bien fresco a la entrada del mismo: conejo, búho, serpiente, erizo, pavo, paloma, ranas. Uno al lado del otro, cada uno en su jaula o barreño, esperando a ser desollado o desplumado según toque y cocinado en un wok aderezado con guindilla y aceite de sésamo.

jueves, 1 de abril de 2010

Recuerda



Cada semana aprendiendo en el tú a tú con mi profesor de chino, en el choque cultural permanente con mis compañeros de oficina, herméticos ellos, paranoica yo, la cocina y la comida china, la ciencia del supermercado, la ciencia de las abuelas, el cineforum apasionante de cada noche. Alicia y el sombrerero loco, ochenta céntimos de euro, fila 10, centrados, en un sofá blanco mirando al sur, allá en un hutong del barrio de Dongcheng, que amenaza con ser derribado por órdenes del Gobierno, así para crear un terra mítica, con centros comerciales y compradores compulsivos.
¿Qué fue del Tívoli, el Benlliure o el Juan de Austria? Pocos cines ya en Madrid, ¿Dónde irán a parar las fregonas y barreños, las casas de ladrillo visto, sus vecinos, el ethos y el pathos del barrio? De la ciudad entera, esas viviendas llenas de cacharros, trastos, olor a aceite, orinales, coles gigantes, termos, tazas de latón. Desaparecerá, para mí y para todos, el barrio que rodea la campana y el tambor, el corazón de la ciudad. Se parará, y con él las vidas duras, la curiosidad de quienes quieren saber y conocer más. No hay marcha atrás, no hay tiempo para la melancolía, así dicen mis vecinos octogenarios, que montan en bici cada día para ir al mercado de verduras y traer a casa los puerros y el jengibre y la carne con gusanitos.
Un año diferente al pasado y éste al que antecede. Un fin de semana de genial tertulia con el embajador de un gran país, con un filósofo español (éste mi señor) y uno canadiense, una griega que al conocer mi nombre me agarra la mano fuerte al escuchar un nombre que le suena tanto a casa, a su casa, Aleceia, así me enseñó mi madre, verdadera significa...Almuerzo mágico en la residencia diplomática, construida en los años de la RDA, con su suelo de parqué y sofás de cuero, alfombras gigantes y paredes repletas, de cuadros, esculturas y vida. Un aroma tan familiar, el de la casa de mi tía en el Parque, baño en la piscina y merienda con tarta de fambruesas de la pastelería Húngara; tardes eternas hasta que se marcha el sol, hacia las ocho, cuando con el bañador todavía mojado, volvíamos la madre y las dos hijas a casa en el coche de mamá.

Y mientras aquí, paseos todas las semanas al 798, nuevos proyectos que desarrollar con mis dos cámaras a la espalda. Esperando repetir la gran experiencia del cuarto oscuro con la tenue luz roja.

Ayer olvidé todos mis apuntes de chino en un supermercado. Estoy al borde del colapso...

domingo, 7 de marzo de 2010

Comer, beber, amar


Nieve, nieve y nieve. Marzo, febrero, enero, diciembre, noviembre, octubre, mes éste cuando aconteció la primera nevada. Cinco meses enteros con sus 150 días y un frío por debajo de los ceros grados que yo ya difícilmente puedo soportar. Nos hacemos fuertes, tomamos bayas y tés reconstituyentes. Mi body aguanta bien pero no sé por cuánto tiempo más. Hoy he tardado una hora y media hasta que he llegado a la oficina de los vientos.

Fin de semana que ha sido provechoso, con descubrimiento de nueva librería y filmoteca incluidas. Cómo se aprende a apreciar cada una de estas pequeñas cosas en esta ciudad cada vez más inhóspita.

Día de la mujer, el Gobierno nos regala media tarde libre. Volveré a mi hutong para leer en el sofá al calor de las estufas eléctricas y ver las conclusiones de la reunión anual de la NPC y la CPPCC, dirigiendo el país, dirigiendo ya el mundo...

jueves, 11 de febrero de 2010

Gong xi gong xi gong xi ni!


Ahhhhhh, que ya suenan los petardos... Me pregunto si este año tendremos un nuevo edificio en llamas, ejemplo claro de arquitectura efímera.

Que viene el tigre, pisando fuerte. Adiós al buey y su pesada carga. Año de no parar, mil cursos a la vista, el chino nivel pro, la cocina y las fotos. Y así recorro el calendario chino, llegué con el cerdo, que pronto se convirtió en rata, luego fue buey y ahora es tigre. Quizá no esté ya para ver el conejo, quién sabe, no aquí, pero sí en Lavapiés.
Ya he hecho mis propios revelados, nuestros muebles y cuadros. Nuestra casa hutong es digna de ver y ser vista, planta de naranjito y escalera a la terraza, arañas por doquier y vecinos que antaño fueron guardias rojas. Más no puedo pedir para mí misma. Perros pequineses que campan a sus anchas entre alcantarillas atascadas con noodles y hombres en pijama con chanclas de doraemon.

Seamos felices todos en la medida de lo posible. Hu hu sheng wei.
A Taiwan me iré y nadie me verá.