viernes, 23 de mayo de 2008

Madre y próspera


Después de su periplo por la India y Nepal, mi amada madre y adorada hermana hacen parada en Pekín. ¡Viva viva viva! Emoción descontrolada, nervios de niño chico que mueve las piernas y se balancea arriba y abajo. La temperatura es perfecta para mi madre lagarto, el calor y bochorno han desembarcado en Pekín, sin avisar, de la noche a la mañana, sin ton ni son. Los obreros duermen a sus anchas en las aceras, con las tripas gordas al aire. ¡Qué espectáculo por favor!

Hoy a la cama pronto, que mañana vienen las reinas magas. El triángulo de Venecia, de Arnedillo y de Menorca. Con la magia de Monte Esquinza a otra parte, a la China mandarina, a comer pomelos rosas, piñas y sandía.

Giro de 180 grados en el asunto. Esto va por Seúl, una ciudad maravillosa, paseos como hace mucho no daba. De nuevo, mi teoría sobre el círculo asiático se cumple. Cuando me libere de mis tareas de la terrible "exporting life" comenzaré con el tratado. Creo que se resumirá en un párrafo. No hace falta más. Claro y conciso. Muerte a las perífrasis.


lunes, 19 de mayo de 2008

De nuevo, lo que importa


La vista desde mi puesto en la oficina, en el departamento del cual yo soy la única componente. Hoy las banderas ondean a media asta, en señal de duelo por las víctimas del terremoto. A las dos y veintiocho nos hemos reunido todos en la puerta del edificio, orientados hacia el suroeste, allí donde se encuentra la provincia de Sichuan. Tres minutos de silencio mientras suenan las sirenas y bocinas de los coches. Ya son más de treintamil personas. Después de una semana todavía suceden milagros de rescate de personas con vida tras más de 150 horas atrapadas bajo los escombros. Por primera vez en su historia China ha declarado tres días de duelo internacional.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Espirales

Últimamente me acuerdo de España en demasía.

Todo lo que veo tiene toque español. Ya empecé muy a principios de mi aventura chinesca a buscar paralelismos con Spain. Mutianyu era la Pedriza, el camino de Pekín a la Muralla, igualito que la carretera de Burgos de salida de la gran ciudad. Luego fue Xinjiang, la ciudad de Turpan, aridez total y parras y vides sin cesar. Recuerdos del monte Santacrucero, en las cercanías de Cuenca, las uvas pequeñitas, aún queda para la vendimia un rato, mi abuela y mi madre caminando por la tierra roja que se cuartea a cada paso. Pues bien, ayer creí estar caminando por la calle Génova de camino a Alonso Martínez. Esta vez no fue por las similitudes paisajísticas sino por los chinos. Volvíamos camino a casa Cris y yo, paseando y marujeando, destino al supermercado, para hacer compra rica y cenar sano.
Al igual que otras veces, en nuestro camino nos cruzamos con chinos haciendo gimnasia, andando hacia atrás, paseantes y paseadores de perros pekineses, locos en bici, vendedores de plantas, y así, un sinfin de adorables personajes que hacen que la vida en esta ciudad me guste cada vez más. Entre todos estos seres, unos obreros. Obreros chinos, que no tienen nada que ver con los de las Españas. Véase, no miran a las señoras, chicas, niñas al pasar. No gritan, no silban. Bueno, esto era hasta ayer, que sí silbaron. Cris reparó la primera en el detalle, yo no había sido consciente. Parece mentira que un detalle tan absurdo no se nos pasara por alto. Era la novedad. Tal conducta es rara en los chinos, muy rara.
Son ya muchos meses sin pasear por los madriles por las maravillosas obras de Gallardón, esas zanjas, los andamios, la búsqueda de tesoros, los nuevos pavimentos, los "no a la tala" (Tita, estoy contigo), los nuevos ejes, los túneles que tanto gustan, los parquímetros, las áreas peatonales, intercambiadores por doquier, estatuas que se quitan, otras que se quieren mover (ay Colón, quédate ahí hasta que vuelva), plazas iluminadas, Pepita Jiménez allá en Recoletos, siempre con la nariz partida. Valle Inclán sin sus gafas.
Y hasta aquí podemos leer. Mañana a Corea, ea ea ea.

El terremoto: en la oficina sentí el oscilar de un barco, mareo para el resto del día. Aunque lo que sucedió en Pekín da igual, hay que mirar 1.500 km. más hacia el oeste. Las cosas importantes.

jueves, 8 de mayo de 2008

Jingzi jingzi gaosu wo!


Espejito espejito mágico, dime dímelo. Un cuento de vida, una vida cuento. Hoy por la mañana veía a los abuelos sonreír. Dando pasitos pequeños, arrastrando los pies por la acera, ese sonido de las zapatillas que se arrastran por el pasillo, andar inconfundible, igual en todas partes del mundo. Pero aquí les gusta caminar hacia atrás, aunque más bien sería andar al revés, esto es, de espaldas, que no marcha atrás. Hacia delante pero mirando atrás. Este ejercicio equilibra el qi, la energía, y equivale a caminar ocho horas normalmente id est, hacia delante.
Día nublado y yo más feliz que nunca. Qué bien los estados de ánimo, qué poco sentido tienen las cosas. Viva la música, viva el Maestro y Margarita. Hoy me siento sobrevolando los cielos de Pekín como haría Margarita sobre los cielos de Moscú en su encuentro con Voland, Asaselo y Popota, este último el mejor sin duda. Me hace reír. La felicidad máxima, un gato en un tranvía, el bien y el mal. Todo por vivir con él, su yo, en paz. La tranquilidad. No hace falta más. Dedicada a mi maestro. Vida y sueño para él.



lunes, 5 de mayo de 2008

¡Que vienen los Uygur!


De vuelta de Xinjiang. Nunca pudimos llegar a nuestra última parada, Kashgar, por la tormenta de arena. No importa, además de llevar torta lo hemos pasado estupendamente en el resto del camino. Xinjiang es otro mundo, otro país (esto lo diré bajito por si se enfadan los de Mainland). Paisajes desérticos, yermos, kilómetros y kilómetros de estepa y erial. Cómo me ha gustado.
Primera parada Dunhuang y sus cuevas budistas. Descubrir el poder de Feitian, la flying Apsara. Dunas gigantes y Crescent Lake.
Tren nocturno hacia Turpan, qué ilusión, dormir con otros cinco chinos desconocidos en mi compartimento. ¡Viva!Los pies al aire, despertares de nenuco, bostezo, eructos y noodles. Qué majos que son.
Cuántas horas, muchas. Llegada a Turpan. Uvas, parras y recuerdos de Santa Cruz. Cielo azul y minaretes, desierto y montañas de fuego, más desierto, exploración de petróleo. Dormitar en hotel de mala muerte. Comida Uygur, pinchitos y mian.

Marcha hacia Urumqi, paisaje único, montañas negras y camellos que pululan por las montañas a su libre albedrío. Aerogeneradores por doquier, recuerdo del paso por Zaragoza. (Ummm, me acuerdo ahora de los Monegros, no querré volver más nunca a mi país si al final crean un nuevo Las Vegas para almas perdidas en ese lugar.)
Prosigo, mi camino, un lago gigante, el mar muerto de china. Después llegará la montaña celestial, con su lago hecho de lágrimas del amor de ella por él.

Urumqi, gentío y ciudad de Dios Xinjianesa, chinos, rusos y caucásicos. Chinos rubios, chinos moros, chinos rumanos. Así, ¿serán chinos? Mezquitas todas, azulejos de colores, mercados nocturnos, recuerdos de Kuala. Eclecticismo y desequilibrio. Ni un segundo sin poder dejar de observar, de mirar. Aquí, en la ciudad más lejana del mar del mundo los niños juegan al avión y al truque. Las niñas hacen los deberes en la calle mientras otros niños pícaros juegan a las caras jugando a ser mayores. Pues como en todos sitios. Los juegos del lenguaje. Para mí es la vida y su círculo, que no espiral.