Con lágrimas en los ojos desde mi casa de Beijing recuerdo todas las cosas vividas en una semana. Tanto y tan bien, tan increíblemente bien. Gracias María por estar como has estado. Los días en "el Rishikesh" no los olvidaré nunca, experiencias místicas, spiritual seekers, los Beatles y su Ashram, el very mistake, nosotros tres, buscadores de la risa y de la vida. Baño en el Gran Ganga, purificador de momento, aún no he enfermado, ni lo haré, Ayurveda ayuda, la felicidad también.
Holi, happy Holi, vorágine y catarsis India, alucinaciones de tres horas y risas de media. Tu casa, sí sí, tus clases magistrales de Yoga en Doli gardens, a la luz de la luna, mientras un Afgano nos rendía sus respetos. Tus amigos, Old delhi, y la paz de tu hogar, duchas a cubos y lagartos de compañía. Desayuno a tres en la terraza, té y galletas.
Ahora estaréis dando paseo por Nehru, de despedida, como hice yo ayer con Darío, o a lo mejor en la librería comprando libros de Ruskin Bond. No temáis a las de Chandigar ni a los perros rabiosos de las calles. Sólo al mono de Ramdash, que ése ya sabemos que era peligroso.
Os echo de menos, necesito ver de nuevo los colores de allí. Pekín también tiene color, pero mi cabeza se encuentra a medio camino entre el Indostán y el Burj emiratí.