lunes, 17 de mayo de 2010

Guizhou, sus gentes


Y su dureza. Cinco días de dolor estomacal similar al sufrido dos años atrás en Risikesh.
Y cinco días de descubrimientos: las etnias dong, miao, yi (me quedaron 40 y tantas etnias más sin conocer, es lo que tiene Guizhou); sus vestimentas, toallas en la cabeza por doquier, mujeres octogenarias cargando con niños y gallinas por igual. La China auténtica, virgen de turistas. Industria pesada entre las montañas verdes, minas de carbón, fábricas de ladrillo, casas de madera, plantaciones de arroz, olor a abono, bueyes con su pájaro simbiótico en el lomo. Ríos y cañones, y pueblos que viven del agua.

Kaili, Shidong, Shiqiao, Qong´an, Matang, Langde, Qingman, Xijiang, y otros pueblos perdidos por el camino, sin nombre. Pueblos donde los residentes se apellidan todos Chen y en las puertas se escribe con tiza la profesión que les distingue del Chen de al lado, para que les llegue el correo. Dialectos incomprensibles. Bordados preciosos, hilos de seda y tintes naturales de azul, sobre todo azul. Un pueblo animista, que celebra festivales durante todo el año y sacrifica animales para las buenas cosechas.

Guizhou, la región más pobre de China que muchos chinos desconocen, que incluso me preguntaban en la oficina porqué iba a querer ir a ese lugar. No entienden nada. Aquí en la gran ciudad ya sólo importa el dinero, las marcas, y ascender. Trepar y trepar, hasta la cumbre. Y luego qué. El abismo.

Y en esas está el Beijing de hoy, con sus ricos y sus pobres. Grandes contrastes cada vez quizá más marcados. Y así algún día sucederá con Guizhou, cuando el turismo crezca y las gentes pasen de la agricultura a los servicios, a crear los parques de atracción turística de rigor, con su muela y buey de cartónpiedra donde se explique en una placa los usos y costumbres de antaño. Donde un hombre sentado con su disfraz acrílico de pastor se dedique a vender los tickets de entrada, y luego a la salida la mujer venda llaveros y bordados industriales. Es lo que hay, bueno, malo, mejor, peor, hacia eso tendemos. Cumplida la supervivencia un campo de posibilidades que nos defina a cada uno: el friki, el religioso, el artista, el empresario, el buen padre, la depresiva, la viajera, el filósofo, el cooperante, el envidioso, el ambicioso, el especulador, el predicador.
Y mejorando estoy yo. Viviendo en mi casa de campo, conviviendo con coleópteros de tamaño inimaginable, barriendo mi patio los fines de semana y yendo al mercado para llenar de berenjenas, patatas y tomates la cesta de mi bici .
Hoy toca crema de calabacín, hortaliza ni fría ni caliente en lo que a medicina china se refiere, templada, perfecto para los cambios de estación. Compremos según lo que ofrece el mercado, la naturaleza es sabia. Qué pena que hoy en día tanto invernadero nos haya hecho olvidar lo que toca en cada momento. Mal. Muy mal.

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