domingo, 22 de junio de 2008

Y no me importa, porque llevo torta

Y bien grande que es.
Quiero estar allí, donde el calor y la humedad, donde tampoco se puede ver el cielo por la neblina del desierto y las obras tampoco descansan, día y noche de trabajos, más polvo en el aire. No es Pekín, es Dubai. Una semana en el cielo, durmiendo, comiendo y leyendo. Ayer, regreso a China, de nuevo desgarrador para mi corazón, que ya se ha hecho mayor y sabe muy bien lo que quiere. El maravilloso avión de Emirates surcó de nuevo los aires para sobrevolar los terrenos inhóspitos, que tanto me gustan a mí: entre los cielos de Peshawar e Islamabad, entre la cordillera del Karakorum y la meseta Tibetana, más allá las estribaciones de los Himalayas. Y luego, Sache y Kashi, el mercado más lejano del mundo, allá donde nunca pude llegar en mi periplo xinjianés. Montañas, montañas, nieve, y después, el desierto.

Atardeceres que quedan a mi espalda, porque mi avión va hacia la noche: azul, verde, amarillo, ocre, naranja, bermellón, rojo, morado y gris. Gradación perfecta de colores. De los fríos a los cálidos.


No es por Deira ni Jumeira, es por ti, por eso mismo puede ser Dubai, Pekín, Toronto o Belmopán.

3 comentarios:

chetxi dijo...

unos bailes y unas copas por malasaña me pegaba yo con vosotros dos....

un abrazote

kchorro oriental dijo...

He leído tus historias desde las recientes a las antiguas, están narradas con gracia y perspicacia.Gracias por compartirlas y cuídate, te lo dice un papá uruguayo que tiene una hija de tu edad en California, desde la Ciudad de la Costa en Canelones, uruguay.

kchorro oriental dijo...

he compartido tus viñetas pekinesas gracias por tu frescura...