Ayer por fin fui al Teatro Nacional, también llamado "el huevo", para ver Aida. Y no sé muy bien qué decir la verdad. La puesta en escena me la esperaba más espectacular y el público me lo esperaba más solemne (los chinos no se enteran de media), pero bueno, la experiencia merece la pena, el edificio es una maravilla de la arquitectura. Bien por todos es sabido que me gustan mucho los Gehrys, Fosters, Nouvels, Calatravas, Niemeyers, Bofilles, Oízas, Wrights, Le Corbusiers, Miralles, Libeskinds, Hadids, Aokis y demás. Ver y soñar con haber sido. Me conformo con mirar un poquito.
Pues bien, el huevo es obra del francés Paul Andreu, quien ha causado mucha controversia: un teatro nacional para China, de estilo futurista justo al lado de Tianamen y la Ciudad Prohibida.
Sobre Aida: me quedo con unas niñas chinas de no más de siete años que hacían las veces de esclavas etíopes de Amneris. Para ello se les había puesto una peluca de pelo negro rizado fosco tipo africano caníbal (faltaba el huesito) y hacían bailes que culminaron con el aplauso del público al más puro estilo de actuación colegial para los padres (saludaron al público y todo, en mitad del segundo acto...). Un sinsentido colosal.
Guapos, buen fin de semana. Quiero coger el coche y marchar a Santa Cruz. Pero no, no puedo, que mañana en Houhai me toca correr los SanFermines.
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